En 1 de Reyes 19:11-13 dice:
El Dios le dijo: “Sal afuera de la cueva y párate delante de mí, en la montaña”.
En ese momento Dios pasó por ahí, y de inmediato sopló un viento fuerte que estremeció la montaña, y las piedras se hicieron pedazos. Pero Dios no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto. Pero Dios tampoco estaba en el terremoto. Después del terremoto hubo un fuego. Después del fuego se oyó el ruido delicado del silencio. Cuando Elías lo escuchó, se tapó la cara con su capa, salió y se quedó a la entrada de la cueva.
Elías vio al Señor en todo su esplendor, con los milagros más grandes, ruidosos y fuertes.
Tal vez anhelas regresar a los tiempos donde teníamos congresos enormes, con miles de personas, muy buenos predicadores, tiempos de alabanza con todo el equipo, donde podías “sentir la presencia de Dios”: nuestra típica frase como cristianos.
Aun después de ver a Dios hacer dos milagros consecutivos en el capítulo anterior, Elías seguía con miedo, huyendo de una amenaza sobre su vida.
La realidad es que por más eventos a los que asistas, por más tiempos increíbles de adoración que tengas, por más reuniones que tengamos en la iglesia… no será suficiente pues eso no es lo más importante en el corazón de Dios.
El ruido va y viene. Sí, Dios hace milagros, Dios es un Dios de poder y fuerza pero si tu enfoque está tan puesto en los momentos hype como se dice, los momentos más altos, ten por seguro que cuando llegue el momento bajo, y llegará porque es parte del proceso de cada uno de nosotros, saldrás huyendo a la primera oportunidad que tengas.
El Señor responde a Elías, me encanta como lo dice esta versión TLA: “se oyó el ruido delicado del silencio”. ¡No se escuchó nada, no había ningún ruido! ¡Pero ahí estaba el Señor, ahí estaba la máxima expresión de su Presencia!
No confundamos el ruido con la presencia de Dios, esta se puede reflejar en cada forma, en cada expresión y en cada manera aun cuando no sean las más obvias para nosotros. No se limita a lo que hemos construido de 4 paredes, a las estructuras que hemos levantado, sino que está presente a nuestro alrededor.
Que nuestro enfoque sea prestar atención, poder ver y escuchar a Dios aun en el silencio. Así como con Elías, el Señor está trabajando en cada una de nosotras en diferentes procesos, en diferentes contextos y lugares, pero con el fin de conocerle a Él en cada momento y no perdernos de lo que está haciendo.
Con cariño, Anna.