Sé que esa voz que salta en mi mente es el Espíritu Santo hablándome, trayendo convicción y regarguyendo mi corazón. La palabra redargüir significa usar un argumento en contra de la persona que lo presentó. ¿Qué fuerte, verdad? ¡Mi propio argumento está siendo usado en mi contra! Yo misma estoy apuntando el dedo hacia mí.
De unos meses para acá, Dios ha estado hablando muy fuerte esto a mi vida. Tontamente las primeras veces que esto pasaba, pensaba: “Está bien, la próxima vez mejor cuido lo que digo delante de tal persona porque tal vez no es de confianza y no quiero que se haga un chisme’’. ¡MAL! ¡No estaba entendiendo para nada el punto de lo que Dios quería hablarme! Seguía pensando que se trataba de otras personas y no me daba cuenta que en realidad se trataba de mí. De pronto un día todo me hizo click. El Espíritu Santo trajo claridad y me permitió entender que no se trataba de cuidar delante de quien hablaba, sino de cuidar lo que yo hablaba, lo que salía de mi boca.
Encuentro en la Biblia muchos versículos que hablan sobre ser prudente al hablar (Prov. 10:19, Prov. 11:13, Prov. 13:3, Prov. 16:28, Prov. 17:28, Mt. 12:36, Salmos 34:13) pero hay uno en especial que quiero dejarte, el cual me ha servido para meditar y se ha vuelto una oración en mi vida:
No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan. Efesios 4:29 LBLA
Antes de que Dios trajera esta convicción a mi vida, me sucedía con más frecuencia que me daba cuenta del error después de que ya lo había dicho. No te digo que ya no me sucede, pero ahora trato de pensar y analizar primero antes de decir algo, muchas más veces que antes. Anhelo que cada vez sean más veces las que pueda frenar mi lengua y pensar antes de hablar. Hoy trato de analizar primero lo que voy a decir en base a 3 cosas: